Había una vez un arquero que decidió que la historia no podía terminar de otra manera. Como si se tratara de un héroe de novela, Darío Sand dejó atrás su arco, recorrió toda la cancha y se plantó frente al punto del penal. En sus guantes llevaba la responsabilidad, en sus pasos el peso de un estadio que contenía la respiración. Cuando el árbitro pitó, corrió hacia la pelota y la envió al fondo de la red con un remate seco. Era el segundo gol de San Martín contra Deportivo Maipú y el golpe de gracia que sellaba la victoria. En ese instante, el guardián de los palos se transformó también en verdugo en el área rival.
La escena posterior fue de película: la hinchada estalló en un grito atronador, Sand levantó los brazos al cielo, saludó a todos sus compañeros y recibió el abrazo de cada uno de ellos. No era para menos. El arquero había sido, una vez más, el símbolo de este equipo. Lo fue la temporada pasada, cuando con atajadas imposibles sostuvo partidos que parecían perdidos, y lo volvió a ser este año, consolidándose como un referente indiscutido para los fanáticos. Cada ovación que bajó desde las tribunas fue una muestra de cariño y agradecimiento hacia un jugador que entendió el sentir de la gente y lo devuelve con actuaciones que marcan la diferencia.
Pero la historia de la noche no se escribió solo con guantes y redes. Tuvo también como protagonista a Aníbal Paz, el volante que sorprendió a propios y extraños. Llegó a San Martín tras una prueba a comienzos de año, proveniente de San Pablo, y se fue ganando su lugar a base de esfuerzo silencioso. Contra Alvarado había mostrado credenciales y se quedó con la titularidad; frente a Maipú, confirmó que no piensa soltarla. En el lateral izquierdo buscó siempre asociarse con Juan Cuevas, ganó en velocidad por la banda y se animó a proyectarse con criterio. Fue una pieza clave para abrir caminos donde parecía no haberlos.
Mientras tanto, Deportivo Maipú intentaba incomodar. Marcelo Eggel y Pío Bonacci tuvieron algunas situaciones, pero la primera mitad y gran parte del complemento fueron territorio dominado por San Martín. El equipo de Mariano Campodónico mostró ambición y carácter. Ulises Vera fue otro de los que se lució: en el mediocampo recuperó todo lo que pasó cerca, aportó velocidad y le dio equilibrio a la zona central. A su lado, Franco García se multiplicó.
“Wachi” fue un tormento para la defensa mendocina. Incontenible, el ex Cobresal de Chile generó varias situaciones por sí mismo. No estuvo fino en la definición, pero su despliegue fue tal que al sonar el pitazo final terminó tendido en el área, respirando apenas, agotado por lo que había entregado. Esa postal sintetiza mejor que cualquier palabra el compromiso que mostró. Los aplausos que bajaron de las tribunas fueron la recompensa para un delantero incansable y desequilibrante.
El marcador, sin embargo, se abrió gracias a un zurdazo de otro protagonista: Juan Cruz Esquivel. Tras una precisa habilitación de Guillermo Rodríguez, el delantero conectó un remate cruzado que dejó sin reacción al arquero rival. Fue el primer grito de la noche, un premio a la búsqueda constante de San Martín.
En el complemento, la presión continuó. García y Martín Pino llevaron peligro constante hasta que llegó la jugada clave: Pino fue derribado dentro del área y el árbitro Carlos Córdoba no dudó en sancionar el penal. Entonces ocurrió lo inesperado: Sand pidió la pelota, caminó con decisión hasta el punto blanco y convirtió el gol que todavía resuena en La Ciudadela.
El tramo final tuvo un sobresalto cuando Luciano Paredes, con su reconocida pegada, descontó para el “Botellero”. Sin embargo, la reacción visitante no alcanzó. San Martín cerró el partido con garra, corazón y la convicción de que puede dar pelea hasta el último minuto.
La victoria tuvo sabor a desahogo y esperanza. El equipo se retiró ovacionado, con la certeza de que esta vez el esfuerzo colectivo estuvo a la altura de lo que pide la camiseta.
Sand volvió a levantar los puños, Paz demostró que su nombre puede ingresar de a poco entre los titulares, y figuras como García, Vera y Esquivel ratificaron que este plantel tiene con qué ilusionar.
El triunfo dejó a San Martín tercero, igualado en puntos con sus perseguidores y a apenas cuatro unidades de Deportivo Madryn. Más allá de los números, lo que quedó fue la sensación de que algo cambió: que este grupo, cuando se lo propone, es capaz de competir contra cualquiera.